lunes, 29 de marzo de 2021

“Quién soy yo”: Jesús de Nazaret

 

29/3/21

“Quién soy yo”: Jesús de Nazaret

Presentación

          Querido lector, soy quien en la encarnación humana llamaron  Jesús de Nazaret, Jesúa, Yêshûa, Jesucristo o Cristo Jesús.

Ciertamente, hay mucha información a mí referida, sobre lo que supuestamente fui, pero, en demasiados casos, nada tiene que ver con la realidad…

¿Quién fui y para qué vine a este plano?; ¿fui totalmente humano o una especie de extraterrestre?

Preguntas como estás son las que percibo en los corazones de los que buscan saber de mí, ya sea por un genuino afán de amarme o por la simple curiosidad de saber acerca de ese al que denominaron, ni más ni menos, que “Hijo de Dios”…

Estas páginas se dirigen a responder este tipo de cuestiones. Y me vierto en ellas en la confianza de que, los que las lean, interiorizarán e integrarán la sabiduría profunda y sencilla que contienen. Es un texto que pongo al servicio de quién quiera “beber de mi fuente, pues es su propia fuente”…

 Quién fui

          Para explicar “quién fui”, hay que detenerse en “quién soy yo”…

Pues bien, soy un hijo del Padre, tal y como tú lo eres… Yo estaba antes que este planeta fuera creado, como también tú lo estabas… Todos somos parte de la mano de Dios Creador.

La única diferencia estriba en que Yo estaba con Él cuando todo empezó a ser generado: fui su primigenia creación antes de todos los tiempos, antes incluso de que el Cosmos fuese manifestado y configurado.

Pero, insisto, yo soy igual que tú, pues pertenecemos al Padre.

Subrayado lo anterior, ¿fui una especie de alienígena, una forma de vida no terrícola en medio de los humanos y la Madre Tierra? Ante una pregunta así, te hago yo otra, amado lector, cuya contestación te pido que reflexiones: ¿de qué le hubiera servido a la humanidad y al planeta un Mesías con características extraterrestres? Seguro que coincidirás conmigo: de nada. Obviamente, si yo hubiera sido un alienígena, del tipo que fuera, tal experiencia le habría sido útil a esa modalidad de existencia, pero no al género humano y al ser vivo Tierra.

Por tanto, encarné enteramente como un ser humano, con todo lo que conlleva, pues, solo así, mis vivencias y experiencias han podido ser y quedar integradas en la consciencia de la humanidad y el planeta, coadyuvando decisivamente a su impulso evolutivo y espiritual.

Viví y conocí toda la dimensión humana, con su cara y su cruz, incluido, en lo más material, el dolor físico; y en lo más transcendente, circunstancias que pusieron a prueba lo que era mi propósito de encarnación y, de este modo, mi lealtad al Padre… El marco humano, con las grandezas y limitaciones que le son propias, aporta una colosal maestría de hasta dónde puede llegar la Esencia encarnada en un contexto de densidad vibracional.    

Debía de ser igual a ti para poder entender lo que pasa en tu mundo interior. Y aunque a muchos les cueste asumirlo, fui un hombre completo: cuerpo (yo físico, emocional y mental y la personalidad a él asociada), alma y Espíritu.

Llegados aquí, observa el dibujo que encabeza el presente texto. La he seleccionado en comunión, la elegimos los dos, con la persona que lo ha transcrito para que pudiera llegar a ti. Pues bien, mi rostro fue parecido al que ahí se muestra: piel de color canela, ojos marrones, pelo ondulado y castaño, con algunos reflejos rubios… Y tuve una complexión fuerte, con una estatura, 1,80 metros, superior a la media de la época. Con estas breves reseñas, espero satisfacer la curiosidad de los que desean conocer como fui físicamente.

E insisto en que, desde ningún prisma o perspectiva, fui un ser o entidad alienígena. Mi madre, María, me concibió por la vía normal, como cualquier mujer; esto es, el amor y la conexión sexual con su esposo, o sea, mi padre terrenal, José, reducido por la ignorancia a un papel muy secundario. En ambos, María y José, estaban encarnados grandes almas; y su linaje, camino y pureza se fueron preparado durante muchas generaciones: no es nada fácil crear un receptor físico con la capacidad de recibir, en un momento determinado, la encarnación/proyección de la energía crística. Y tuve abuelos y abuelas,  hermanos y hermanas, tíos y tías, primos y primas, amigos y amigas…

Y por sorprendente que pueda parecer, me enamoré varias veces. Especialmente, de quien fue el amor de vida: María Magdalena. Un alma de gran calado y una mujer, como mi madre y hermanas, sabía, culta, inteligente, activa… Nada ver con el sambenito de “prostituta” que la iglesia pervertida colgó sobre ella.

En cuanto a la condición socioeconómica de mi familia, no era pobre, como se suele indicar. Mi padre, desde el punto de vitas de sus ocupaciones externas, fue carpintero, un oficio muy demandado en aquella época. Viví de forma cómoda para el momento, lo que me permitió, durante mi juventud, viajar y formarme en muchas disciplinas, trabajado durante varios años de la carpintería.

Me gustaban las artes, la  filosofía… Era un gran conversador y solía tener largas tertulias. Y tocaba el arpa cuando podía… Otra de mis pasiones era la buena comida, pero en término de gula, porque solía comer poco, aunque en grandes momentos disfrutaba de la mesa.

¿Te has quedado perplejo con todo lo que te acabo de compartir? Espero que haya servido para descartar cualquier connotación extraterrestre referida a mi persona.

Todo lo cual desemboca una gran cuestión: ¿por qué la encarnación de la fuerza crística en quien fui físicamente?; ¿Qué sentido tuvo y tiene esa “venida”? Y ¿habrá una “Segunda Venida”?

Vine principalmente por Amor: a vosotros, a todas y cada una de las almas encarnadas en la experiencia humana; a la Madre Tierra; a la Vida; y, por supuesto, al Padre. Vine a enseñar y a mostrar en la práctica cotidiana que el Amor lo es Todo. Y vine para prepararos para lo que ha de venir en estos tiempos, en ese momento auténticamente histórico de la humanidad: el final de una generación humana para que nazca otra nueva.

Voy a explicar con palabras sencilla mi “venida”. 

El Amor es Todo 

El Padre es Amor y desde el Amor todo lo crea, todo lo impregna y en todo se halla presente e inmanente como fuerza activa de Vida. Coloquialmente expresado, somos una prolongación de Él y nuestra Esencia más íntima y sagrada es la Suya.

Es Causa de todo lo causado y nos regala la Vida y el poder de experimentar y sentir en una forma material, ya sea en la Madre Tierra o en los mundos que llenan el espectacular Cosmos en el que se desarrolla nuestra existencia.

Y todo esto por Amor, que se recibe y se da. Como recalque en mi vida física, “la ley de los profetas en el Amor”.

Vine a recordaros que vuestra genuina naturaleza es divina y que el ser humano, cuando es consciente de ello y lo plasma con coherencia en su día a día, está capacitado para hacer grandes obras en el nombre del Padre.

Frente a esto, mi mensaje ha sido muy tergiversado en clave de intereses y objetivos egoicos y egocéntricos. Pero su razón de ser nada tiene que ver con esto, sino con la superación miedos, culpas y dogmatismos y sin dogmatismos desde la Libertad de nuestro Ser, la Alegría íntima y la Esperanza fundamentada el hecho cierto de que Dios-Padre está en todo y en todos.

Les enseñé que se amaran los unos a los otros desde el compromiso con vosotros mismos, para sacar así lo mejor de cada uno –amor a uno mismo, plasmación efectiva de nuestra Esencia…- y ponerlo al servicio de los demás y de todas las formas de vida. Y cuando les dije “háganle a los demás aquellas cosas que quieran que  les hagan a ustedes”, me refería a lo que en los tiempos actuales se le conoce como “empatía”. Pero lo matizo y añado que eso es Compasión y Amor.

Llegados aquí, ¿te estarás quizás preguntando acerca de los milagros que compartí?  Y si te digo que con ellos vine a mostrarte lo que tú también puedes hacer… Reflexiona al respecto, busca en tu corazón, haz presente tu Esencia y recuerda la Sabiduría Primordial o Perenne atesorada por tantos pueblos y culturas a lo largo de la historia… Insisto, sólo mostré obras que tú puedes hacer, cosa que hubiera sido imposible, si como ha se ha explicado, yo hubiera sido una especie de extraterrestre. 

Vine a prepararos el camino para lo que se vive ahora, en vuestros tiempos actuales 

En mis tiempos, hace dos mil años, muchos pensaron que yo era el “Mesías” llamado a a liberar al pueblo de Israel; o que mi misión era crear un dogma nuevo o una nueva religión. Pero no fue para cosas como esas para lo que mi Padre, que es también es el tuyo, me envío a este mundo. La primera razón, como ya antes expliqué, fue el Amor, inefable plasmación de la íntima divinidad que todos compartimos en nuestro verdadero ser. Y  la segunda, preparar el camino que conduce al final de esta “generación” humana” y el nacimiento de una nueva humanidad.

Vine a generar las condiciones pertinentes para que cada cual, en su libre albedrío y en proceso consciencial, pueda despertar del letargo y ser libres hasta el punto de poder experimentar, individual y colectivamente, el acceso a esa humanidad nueva.

Con relación a lo cual, hay quien considera que se trata del fin del mundo; otros, vais hacer capaces, por vosotros mismos, de vencer al “mal” que se ha echado raíces en el planeta y vuestro entorno… Dejadme que os lo explique del modo más sencillo posible…

A pesar de que han sido cuantiosos y perseverantes los intentos de esconder y manipular el verdadero mensaje compartido por numerosos maestros y maestras con la humanidad a lo largo de la historia, el núcleo esencial su contenido ha sido trasmitido de generación en generación. En verdad te digo que ese contenido ha podido ser captado por todo aquel que se haya acercado desde el corazón a los textos sagrados de las tradiciones espirituales serias, al legado de los grandes sabios y sabias, a los templos de las distintas religiones… Y , muy especialmente, ha sido hecho suyo por los que han sentido compasión ante el sufrimiento ajeno, por los que han experimentado la Reverencia por la Vida en todas sus modalidades y manifestaciones, por los que generosamente han procurado sacar lo mejor de sí mismos y ponerlo al servicio de los demás… En definitiva, por todos aquellos que han entrado en la sala de su alma y, con las palabras y el formato que sea, han hecho suya mi Misión  y la de todos aquellos que me antecedieron o estuvieron después de mí.

Cuando viene como ser humano, preparé la antesala de otros tiempos, que son los vuestros actuales. Algunos, como antes apunté, pensaron que me refería a la época en la que encarné. Y sobre ella volcaron las enseñanzas que compartí en forma de parábolas, por ser esta la mejor manera de llegar por entonces a unas gentes en su inmensa mayoría analfabeta y, por ende, sin posibilidad de acceso a textos y a maneras más intelectuales de entendimiento. Y es cierto que algunas de las señales o profecías que di se cumplieron en aquellos años. Sin embargo, esto fue así solo para que la humanidad pudiera creer entonces y a través de los tiempos venideros. Porque mis verdaderas enseñanzas y señales estaban destinadas para los últimos días de esta generación humana, es decir, para los momentos actuales tan llenos de injusticias, tan faltos de amor y respeto, tan egoicos y egocéntricos, tan fríos e indiferentes…

Un mundo así está abocado a desaparecer y a dar paso a otro más consciente, más noble, más elevado vibracionalmente en cuanto al amor… Y todos los que hacéis vuestra esta distinta forma de vida sois ya simientes de esa nueva humanidad. Mis palabras se dirigen precisamente a que prepares tu alma y tu vida para que seas un agente activo al respecto.

Las profecías que compartí son los tiempos que marcan el final de esta generación no son adivinanzas, sino que beben de la sabiduría profunda acerca de cómo se desenvuelven los ciclos, los menores y los mayores, y evoluciona de la consciencia. En ellas se describen los tiempos de la desolación y la gran tribulación que ya estás viviendo, donde los males de siempre (miseria y hambre, catástrofes naturales, enfermedades y pandemias, crisis económicas y sociales…)  se presentan con mayor intensidad que nunca y se les suman otros de nuevo cuño (dominio y control por medio de las tecnologías, efectos del cambio climático, manipulación genética…) que la humanidad nunca antes ha conocido. 

Satanás controla el mundo 

Quiero dejarte claro una cosa a ti que operas fuera de Dios, fuera de mí, que no soy más que tú, sino algo similar a tu hermano mayor: Satanás controla este mundo. Y debajo de él están los demonios caídos, seres venidos de otros planos y planetas que operan con él. Y dependiendo de todos ellos, están algunas decenas de familias “humanas” que controlan el planeta por medio de una élite que conforma una vasta red de dominio, engaño y manipulación. Lo que no puede llevaros a una especie de consciencia de víctima, porque en vosotros está la divinidad pura y todo está en función de vuestro libre albedrío. Pero, ciertamente, Satanás y los que le siguen intentan romper o deteriorar lo que podríamos denominar el “ecosistema consciencial”, el escenario de adecuado equilibrio para la evolución de las almas en auto-consciencia.

Quizás pienses que revelándote contra el sistema imperante vas a vencerlos y que se van a ir así como así… Pero déjame decirte que son muy poderosos… Y entre unas de mis “señales” fue el anuncio de mi Segunda Venida. Porque, efectivamente, en conjunción con la evolución de la Madre Tierra y de la consciencia de la humanidad, volveré  para “tener un cara a cara con Satanás y su ejército”. Vosotros físicamente no  podéis luchar contra él: en este plano no tenéis la suficiente energía para luchar con esas energías tan densas, de tan bajo gradación vibración.

Recordad una cosa importante: Satanás sabe muy cómo sois física, emocional y mentalmente y vuestro estado de consciencia; conoce cuáles son vuestras debilidades. No obstante, le estáis ya venciendo cada vez que hacéis el bien, que superáis un escalón de consciencia, que eleváis vuestra frecuencia ya estáis venciendo… Y en tal marco, mi misión es vencerlo, a él y sus ejércitos, por vosotros y por mi Padre, que el vuestro. 

Vendré otra vez a encarnar como ser humano para enseñar y mostrar la Mano de Dios 

De hecho, hay mucha gente que espera que yo, cual Mesías, como denominaron en tiempos pasados, llene de victoria al mundo. Y, en paralelo, también hay numerosas personas que anhelan que Satanás y los suyos den marcha atrás, pues están destruyendo sus almas… Este sería nuestro sueño, el del Padre, el mío y el de muchos de vosotros, almas nobles.

Mi respuesta es que podría ser un poco de todo, pero lo cierto es que ya todo está escrito en el Rollo de la Vida (los Registros Akáshicos de los que hoy se habla). Para ser más claro: por un lado, quizás para tu sorpresa, nuestro Padre, tan pleno de Amor, sigue dejando en manos de cada uno, en su libre albedrío, su decisión y acción en estos momentos finales; y, a la par, como vuestro hermano mayor, me ha otorgado la autoridad necesaria para liberar a la humanidad de la presencia –influencia, interferencia, injerencia…- de Satanás.

¿Será mi Segunda Venida como se narra en tradiciones y textos como el Apocalipsis? Sí, desde luego, hay verdad en ellos. No obstante, antes de poder mostrar mi “Gloria“, antes de que  “de norte a sur, de este a oeste,  del cielo hasta el mar y sus confines vean esa Gloria y mis ejércitos”, habrá un momento, que ya es cercano, en que se intentará borrar por todos los medios las señales sobre los tiempos actuales que anuncié en mi encarnación como Jesús de Nazaret y la Sabiduría del Padre, que es la mía.

Te aclaro también que aunque ya se están cumpliendo muchas profecías, aún queda tiempo hasta que ocurran estas cosas. Pero como te digo, dentro de poco procurarán borra todo conocimiento trascendente que tenga que ver con el Padre y su Verdad.

Igualmente, quiero comunicarte que he enviado a muchos hombres y mujeres por todo el planeta, que están ayudando a despertar a todo aquel que esté receptivo a abrir sus ojos y salir de la oscuridad. Algunos de ellos incluso acabaron ya su proceso evolutivo en la Tierra, pero han decidido apoyar este proceso en el aquí-ahora por amor al Padre,  a mí, a vosotros, la Madre Tierra y la Vid, poniendo de manifiesto un Amor auténtico y una genuina Lealtad.

Por otro lado, tengo millares de hermanos llamados por vosotros “ángeles” prestos a protegeros, guardaros y comunicarse para coadyuvaros en vuestro proceso de despertar de consciencia.

Y, ahora te preguntarás: ¿qué puedes hacer tú?  

¿Qué puedes hacer tú? 

Primero debo de decirte que “arriba”, en los planos más sutiles, apreciamos mucho el enorme  valor que tenéis las almas personas encarnadas, pues habéis decido transitar en un mundo donde no tenéis vuestros privilegios en cuanto a poderes y marcháis tomando consciencia poco a poco de lo que Sois y es en medio de limitaciones corpóreas, emocionales y mentales… Por todo lo cual, sois tremendamente admirados en los planos superiores.

Partiendo de ahí, te digo, que tú puedes hacer mucho desde tu corazón, desde tus sentimientos más profundos, y que todo ello quedará registrado en el Rollo de la Vida y sumará aceite a la lámpara de tu alma y a la consciencia humana, impulsando la nueva humanidad. En especial:

+Haz el bien a todos los seres de la Tierra, sean personas, animales o plantas.

+Ten una vida limpia y ordenada en pensamientos y actos.

+No seas egoísta.

+No tengas prejuicios.

+No  seas hipócrita, mira en tu corazón, cambia todo aquello que no sea elevado y cultiva pensamientos nobles.

+Practica una alimentación que respete tu cuerpo y toda la vida que te rodea.

+Sé cómo un niño inocente en tus pensamientos y en tus actos, pero con la inteligencia abierta para aprender y conocer las cosas que precisas para tu crecimiento en consciencia.

+Abre tu corazón para que el verdadero discernimiento llegue a ti; deja que él te hable, deja que mi palabra penetren dentro de ti y puedas llegar a volver a poner tus ojos y tu amor sobre nuestro Creador.

+Has siempre el Amor, siempre, en cada acto de tu vida, pues el Amor es la verdadera fuerza de la vida. 

¿Se puede hablar conmigo y con el Padre? 

Y, para terminar, te voy a contestar a otra pregunta muy importante: ¿se puede hablar conmigo y el Padre?; ¿cómo hacerlo?

Cuando estuve entre ustedes compartí un “modelo” de oración que ha sido tergiversado al gusto y semejanzas de las religiones y poderes, pero voy a volver a explicarla:

Padre nuestro que estás en los Cielos,

Santificado sea tu Nombre,

Hágase tu Voluntad y no la nuestra.

Danos el pan de cada día,

no nos deje caer e n tentación,

mas líbranos del mal.

Amen.

Con estas palabras quise transmitir que, cuando oren al Padre, le pidan y le den gracias por las cosas que son realmente importantes en la Vida.

Necesitáis estar en comunicación con Él y compartir vuestras inquietudes y problemas, pues son muchas las codas que os afligen. Hablad con Él con toda tranquilidad desde vuestros corazones, sin filtros, sin miedos, sin palabras repetitivas y con respeto, honestidad e impecabilidad. Así es como hay que hablar con el Padre, sin más…

Y puedes hablar conmigo: ¡hazlo desde tu corazón y yo te responderé siempre, siempre! “Todo el que cree en mí me hallará; y todo el que me busca, me hallará…”. 

Tiempos difíciles, tiempos extraordinarios… 

Son estos tiempos muy duros para la humanidad. Y lo serán más… Ante ello, les pido que no teman. Ni están ni estarán solos. Muchos seres espirituales evolutivos os acompañan con Amor y Consciencia. Y el Padre sabe hasta dónde pueden llegar y hasta dónde no. Y no se inquieten por el día y la hora del final de esta generación humana, pues solo el Padre la conoce.

Verán cosas hasta ahora no vistas: robots manipulados para imponerse a los humanos; predominancia de la inteligencia artificial y del enfriamiento propio de las maquinas hombres y mujeres modificados genéticamente; seres extraterrestres que serán auténticos lobos disfrazados de corderos; falsos profetas al servicio del engaño y la mentira; un pretendido Mesías que dirá ser yo…

Pero, sabiendo que cosas como estas sucederán, no tenga miedo alguno. Confiad en la Vida y vuestra esencia divina… Y no olvidad que mi Nueva Venida será silenciosa y discreta hasta que el día y la hora en la que el Padre lo determine…

Volveré a encarnar y mi Gloria no será visible hasta que los ciclos se cumplan. Entonces tocarán las trompeta en el Cielo y la Tierra se conmoverá porque habrá llegado la hora de los Justos.

Cuídense, ámense, y busquen y plasmen todo lo que es noble y elevado… Hagan siempre, siempre, el bien a todos los seres de la Tierra. Y no olviden desde la Esencia divina que atesoran con lo más grande, lo mejor y mayor, es Amar y Amarse los unos a los otros. Como el Padre Ama y os Ama. Como yo, que doy testimonio de Él, Amo y os Amo. 

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Texto transmitido por Jesús de Nazaret, en enero-febrero de 2021, a una persona que prefiere mantenerse

en el anonimato y lo ha puesto a disposición de este blog para su publicación y divulgación.

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La desilusión (Proyecto “La Física de la Espiritualidad”: 13)

La etapa del enamoramiento es tan fugaz como maravillosa. Es un glorioso suspiro de ilusión y romance que Dios y la Naturaleza utilizan para aprovechar el embalamiento emocional que genera esa chispa inicial de amor que une dos almas en un solo corazón, para iniciar, a partir de ese embeleso, todo ese largo proceso de andadura entre una vida focalizada en el “yo”, a una vida focalizada en el “tú”, siendo tú, el amado o la amada, el otro, al que sin saber por qué, hemos entregado nuestra vida entera. A eso, a ese “entregar nuestra vida al otro”, es a lo que denominamos habitualmente “amor”.

Hay muchas formas de representar en símiles, lo que le sucede al alma y a la mente, a María y a Marta. Me gusta a mí asociarlo a dos ejemplos. El primero es al Camino de Santiago, donde ese primer embalamiento emocional que nos arrebata es el inicio del Camino en Roncesvalles (o en tu casa), que comienza con un paseo muy agradable descendiendo entre frescas y agradables umbrías salteadas de arroyos sonorosos por donde el peregrino va ligero, con los pies frescos y escuchando el trino de los pajarillos de buena mañana. O también lo asocio a nuestro pardillo, que se ha atrevido a montarse a lomos del águila con el que alza el vuelo y queda maravillado de lo alto que puede volar.

Pero ese romance, en el que todo induce y llama a la ilusión, pronto se empieza a tornar en dificultad. Es, en primera instancia, la dificultad y la desilusión que le provoca a un enamorado o enamorada, comprobar que su amado/a también suda o se enfada, o muestra comportamientos que no son de su agrado; que el príncipe azul ya no es tan azul como ella creía. También tiene defectos y, poco a poco comienza a aparecer la decepción de que no todo es vivir en éxtasis; que comienza la dura convivencia, con alguien que es igual que tú, que es de carne y hueso.

Y esta primera decepción se evidencia en el hecho de que la chica, el alma, descubre, no sé si con horror, que eso que sentía y que creía que era amor, se está desvaneciendo día a día; que la rutina comienza a hacer su efecto. No se puede estar en un permanente éxtasis, en arrobamientos amorosos, entre otras cosas, porque eso no hay quien lo soporte.

Este es el primer y duro trance que el alma ha de pasar para comprender que el amor NO ES un sentimiento de embeleso eterno. Y si eso es lo que el alma cree y no se da cuenta de su error, poco le durará el enamoramiento, que en el fondo es un simple “estado de estupidez transitoria”, absolutamente necesario para caer en la cuenta del error inicial con el que (gracias a él), toda relación amorosa, humana y divina, comienza. En el símil del Camino, los primeros síntomas de desilusión se muestran en el cansancio y en las primeras molestias en los pies al calzar unas botas nuevas, que no hemos trotado antes para hacerlas a nuestra hechura. Pero sobre todo, la primera gran prueba está en la tremenda subida al Alto del Erro, trepada descomunal que anticipa una bajada aún más descomunal hasta Zubiri, final de la primera etapa, al que la gente llega con los pies y corazones destrozados por el esfuerzo. Y nuestro pajarillo, resulta que el águila le deja en un risco a una altura imponente, que al pardillo le da vértigo, porque se ve solo, ya que el águila ha ido a por comida.

Y María se lamenta diciendo:

¿A dónde te escondiste,
Amado y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido. (S. Juan de la Cruz)

Mientras Marta, la experimentada mente bragada en mil batallas, le comenta con cierta ironía. “¿No te lo decía yo? Si este chico no te conviene”.

Es duro, durísimo, aprender y comprender que el amor no es un sentimiento. Y para eso, tanto Jesús como la Naturaleza, se ven obligados a forjar el espíritu humano como el hierro, a fuerza de golpes. Para eso, el alma, María ha de luchar contra la desilusión que produce la aparente ausencia de Dios en su vida, con la mente partida de risa diciéndole “te lo dije, un arrebato, un amor de niño, agua en cestiño”.

Y el alma se ve realmente entre la espada y la pared, sin saber qué hacer, si hacer caso a Marta y abandonar, como abandonan el 60% de los peregrinos al llegar a Zubiri y comprobar que el Camino es demasiado duro para ellos.

Así que, si la primera chispa del amor aparentaba ser un salto de fe, en realidad, el auténtico salto de fe se produce ahora, cuando el alma comprueba la dureza de lo que significa amar, sin el apoyo maravilloso de ese sentimiento que Santa Teresa denomina “contento”, que no sino tan sólo una alegría tan pasajera como un fuego fatuo, fuego que ha permitido el despegue del cohete hacia las estrellas, pero que sólo es la primera fase. Si la segunda fase del cohete no se enciende al desprenderse este, todo el cohete caerá y se estrellará en tierra haciéndose añicos. Y esa segunda fase supone dar el auténtico y gran salto de fe, consciente de que lo que le espera al alma, si dice “sí”, no va a ser un camino de rosas, como se imaginaba cuando comenzó, sino un camino que impresiona de ser bastante duro. Con lo que ambas, mente y alma, han de plantearse “a qué han de renunciar, con tal de seguir a Jesús”. Y es duro darse cuenta de que la renuncia a la que han de optar es, simple y llanamente, a la propia vida, a ese modelo que el pensamiento había elaborado sobre sí mismo.

Esto es algo que al alma y, sobre todo a la mente, les va a costar toda la vida metabolizar. No será fácil a Marta convencerse de que ella NO ES la importante, sino la loca de su hermana, que ha elegido la mejor parte. Y María ha de convencerse de que no puede basar su fe y su amor en la falsa idea de ese sentimiento de alegría fatua que es tan fugaz como un soplo, y que le espera largos periodos de duro caminar, con algún que otro oasis en el camino. O nuestro pardillo, que ha de vencer el vértigo que le va a producir poder volar a lomos del águila.

Es, en fin, todo un proceso de aprendizaje, que comenzará con ese lamento del alma que se queja a su amado por haberla dejado con gemido, por haber huido como el ciervo, habiéndola herido y viéndose obligada a salir tras Él clamando y ver que es ido.

Así comenzará la dura búsqueda de una verdad que, costará trabajo encontrar, pues los montes y riberas, los prados y los bosques van a dar fe del Amado, pero simplemente porque Él habrá pasado por ellos vistiéndoles de toda su hermosura, pero no está allí.

Esta es la tragedia del alma y de Marta también, que comenzarán la búsqueda por lugares equivocados.

La aridez de la Segunda vía

La desilusión, en el Camino de Santiago, tiene como representación física, las etapas mesetarias de Castilla.

Para los supervivientes que han aprendido la lección de la humildad y de la auto superación, les queda afrontar la segunda vía, la iluminativa. Ya saben que la cosa no es sólo navegar con el viento de popa, sino saber ceñir y armarse de paciencia para afrontar horizontes abiertos, como el que nos ofrece el Valle del Ebro desde Viana.

Esta vía es, según se mire más fácil que la primera. No hay cumbres importantes que superar, pero lo que no se gasta en ascensos y descensos, se invierte en etapas extremadamente largas y monótonas, donde el calor y el frío extremos afectan mucho más que las cumbres hasta ahora superadas, que tampoco han sido muchas.

Es la larga época de la vida en la que se instaura algo parecido a la rutina. Todos los días lo mismo, levantarse, desayunar, ir a trabajar, quizás un trabajo más bien monótono, sin aliciente y con muchos problemas sin solución aparente, y en tu vida interior, “nada”. No sucede nada. Atrás quedaron esas avalanchas de entusiasmo y de amor que te hacían parecer ir en volandas.

La dificultad de la vida en esta época no radica en tener que superar grandes cimas, todo lo contrario, el terreno es absolutamente llano, tan llano, tan plano, como la insoportable rutina diaria. Pero sobre todo, tan llano, tan plano como la insoportable situación de “sin noticias de Dios”. Simplemente desapareció de tu vida. No existe, se fue. Te ha dejado sol@. Cuando el camino discurre al menos entre colinas, el horizonte se te muestra ahí, esperándote. Y a medida que avanzas ves como la colina se acerca más y más, hasta que tras el esfuerzo de la subida, tu “espíritu de la colina” queda recompensado al poder ver en la cima del collado o de alcor, o del otero un nuevo horizonte, una nueva perspectiva de tu vida.

Pero no, aquí entre la dureza extrema del clima y la total monotonía de los mares amarillos de cereal, tu caminar se convierte en algo parecido a una tontería. Total, para qué. Si camine lo que camine, mis ojos ven siempre lo mismo. Una aldea allí, otra allá y un pueblo algo más grande acullá.

Te pesa todo, sobre todo el macuto que parece ganar en peso kilo a kilo, kilómetro a kilómetro.

Y los pies no digamos. Aunque curtidos ya por los tres o cuatrocientos kilómetros que llevas ya a las espaldas, y cuando las ampollas de la desilusión ya no deberían ser problema (aunque siempre aparece alguna que otra cuando menos te lo esperas), las eternas etapas de ni se sabe cuántos kilómetros hacen que de repente, tras veinte o veinticinco kilómetros, chillen y te digan, “basta” ya no podemos más. Nos rendimos. Sigue tú, que nosotros nos quedamos. Es como si tu cuerpo te pidiera seguir, pero tus pies se pusieran en huelga.

Es duro esto. Sólo el delicado cuidado de ti mismo, de tus pies, te permiten superar ese dolor y ese sufrimiento.

Pero en realidad avanzas. En realidad caminas rápido. No te das cuenta porque el exiguo sistema de referencias no te permite triangular y comprobar que estás caminando, pero al final de la jornada consigues alcanzar in extremis el anhelado albergue, donde una litera súper cutre te está aguardando. Y cuando la ves, te parece que acabas de entrar en la habitación de un “cinco estrellas”.

En realidad ¿qué está sucediendo en tu vida durante este largo y monótono periodo?

Es el largo periodo en el que Dios nos somete al duro entrenamiento del fortalecimiento de la voluntad, a soportar inclemencias, y no tanto reveses y tragedias como el desaliento de “la nada”, de la sequedad, del desierto interior.

Los sentimientos que se invaden a lo largo de estas etapas son bastante desagradables, porque habituados como estamos a nuestra increíble capacidad de diversión, de pasarlo bien, de tener nuestra mente ocupada en cientos de cosas, un Burgos – Castrojeriz, o un Carrión – Sahagún, es como caminar por el desierto… Aparentemente.

La cuestión es que en este largo segmento del Camino, tienes dos alternativas, o abandonas por mero aburrimiento y decepción, o logras entender la mente de Dios, y comienzas a admirar la belleza del silencio y de la Paz de Dios.

Se produce una curiosa paradoja. Por un lado, el calor abrasador del mediodía te obliga a caminar en plena noche. Hay momentos en los que no ves, y a riesgo de perderte, una humilde linterna es tu única forma de ver las marcas del camino, esas flechas amarillas que te indican el camino recto. Por otro lado, en pleno día el espléndido sol de Castilla ilumina, invade todo tu ser. Te ciega, te abrasa. Como te ciega y te abrasa la presencia de Dios. Un Dios al que no ves, porque aparentemente “no pasa nada en tu vida”, el joven peregrino cogió carrerilla hasta dejar a las hermanas (Marta y María) tiradas en el camino. Le llamas y no contesta, le gritas y se hace el sordo, hasta que te das cuenta de que está ahí. Siempre está ahí, siempre ha estado a tu lado. No te ha dejado ni un solo momento. Es el propio Sol que te envuelve, y a penas permite un poco de sombra en al cobijo de algún árbol. Es cada flecha amarilla que te marca la dirección de tus pasos. Es el mismo Camino por el que andas ya casi sin darte cuenta. Es la verde pradera al borde de un arroyo donde te permite recostar, te conduce hacia fuentes tranquilas, calma tu sed y apacigua tu alma.

¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Jesús? Está ahí, es el Universo que te envuelve, que te acoge, que te exige el duro esfuerzo de cada etapa, de cada larga, larguísima etapa. Porque nadie va a caminar por ti. Nadie va a encender la linterna por ti. Pero si tu voluntad, tu resiliencia  se fortalece, si tu consciencia aprende a ver y a entender, entonces, etapa tras etapa, kilómetro tras kilómetro, lo vas viendo todo cada vez más claro.

Si no, ya estás tardando en coger el tren o el autobús de regreso a tu casa. Lo triste es que en este caso, lo recorrido, así hayan sido cientos de kilómetros, no te habrá servido de nada.

Pero cuando te sientas a descansar al borde del camino y un peregrino se sienta a tu lado y te dice, “calla y escucha el silencio, la paz, la soledad de Dios”. Y tus oídos alcanzan a sentir la suave brisa, el canto de alguna cigarra, y nada más. Cuando tus sentidos se calman, se apaciguan, cuando el paisaje es tan simple que a penas hay nada que te pueda distraer, cierras los ojos y te pones a la escucha; entonces, y sólo entonces es cuando descubres dos cosas, la primera que Dios te ha regalado una inconmensurable vida interior, que eres inmortal, trascendente, y que lejos de sentirte solo, aunque no haya nada ni nadie en diez kilómetros a la redonda (lo que la vista alcanza en un horizonte totalmente llano), comprendes que estás totalmente inundado de Dios, que Él lo aguanta todo, tus pesares, tus sacrificios, tus decepciones, tus caídas, tus limitaciones, tus ampollas, tus dolores de pies, tus remilgos ante una litera no muy limpia, en suma, tus pecados. Sólo te pide una cosa, constancia para entender que “Amar es una decisión”, que Él no puede decidir por ti. Que amar es seguir el Camino, es exclamar “¡ultreia!

Ultreia Es una palabra antigua, que se escucha en varias ocasiones a lo largo del Camino. Viene del latín, y son dos palabras juntas: "ultra" y "eia". Ultra significa más, y eia significa allá. Su significado fue y sigue siendo a la vez saludo entre peregrinos y a modo de dar ánimos. Esta palabra sale del Codex Calixtinus, de una canción en latín del siglo XII. Hay una frase que dice "e Ultreia, e suseia, deus adjuvanos".Otros dicen que antes se decía "ultreia, suseia, Santiago", como diciendo "ánimo, que más allá, más arriba está Santiago".

Ultreia, suseia, notas cómo te dice un anónimo peregrino que te ve en el borde del camino lamiéndote las heridas. Y es que Dios no sólo se manifiesta en tu interior, sino en tu exterior, a través de cada peregrino que te saluda y te desea “¡buen Camino, hermano!”.

Desierto

La desilusión es un estado en el que la amada, cansada y aburrida, siente la aspereza de la aridez del desierto. Y aparece el conflicto. La desilusión hace que la pareja de enamorados se replantee qué es lo que sienten el uno por el otro. Si creían que el amor era ese “embalamiento emocional”, ya están tardando en desvanecer esa ilusión para tener que enfrentarse a la cruda realidad de que amar no supone estar enamorado, que esa es una etapa tan dulce y gloriosa como frágil y fugaz. El enamoramiento se basa en la misma falsa creencia que los guiñapos egoístas de Bernard Shaw, que no hacen más que quejarse porque el mundo no les hace felices. Ahora no es el mundo el que no te hace feliz, sino Jesús, del que te habías enamorado locamente.

Pero esa locura de amor vivida con apasionamiento es un trampantojo, una falsa percepción de una Arcadia feliz a donde al alma y a la mente les gustaría vivir. Por eso, en la vida interior (y exterior también), vivir el desierto es fundamental para crecer y madurar, para comprender que la paz y la felicidad se nutre de esa longanimidad, referida a la constancia, la paciencia y la fortaleza de ánimo ante las situaciones adversas de la vida.

La vida no es un juego, no es un tiempo dedicado a pasarlo bien. En la noche de los tiempos se enraíza esa característica del ser humano que le impide ser un ángel, dejándole a medio camino entre los ángeles y los demonios. El por qué es así, nadie lo sabe, aunque las religiones acuden a la teoría del demonio, el pecado de Adán y Eva y todas esas cosas. Pero acaso la razón sea bastante más prosaica, como el hecho de ese proceso evolutivo desde el comportamiento instintivo de los animales hasta el intencional del ser humano, donde la inteligencia tiende a anteponer el individualismo a la colectividad.

Pero esto es un tema para un debate aparte.

El hecho cierto es que a cada uno de nosotros nos toca vivir cíclicamente el proceso de romance – desilusión y júbilo (que abordaremos en la próxima entrega). Y es un ciclo en tres escalas de tiempo, en el corto, medio y largo plazo; es decir, a lo largo del día podemos vivir un ciclo de ilusión, desilusión y superación y a lo largo de una época de semanas o meses y a lo largo de largos años sobre todo de desilusión y de desierto.

Lo peor que nos puede pasar es que no nos guste el plan de Dios para los seres humanos, pero no queda otra que aceptarlo y sobre todo, de sacarle el rédito correspondiente a esos periodos de desilusión, que gracias a ellos, aprendemos a comprender que la vida NO ES según creemos que debería ser, sino como es en realidad, con sus luces y con sus sombras.

La pobre María, desilusionada de que su amado peregrino se dio a la fuga, trató de buscarle y no le encontraba. Y pregunta al búho que por ahí pulula al atardecer o, a la ardilla desde la rama de los árboles, si acaso le han visto y, sí, le responden, “por aquí pasó el otro día y nos trató con mucho cariño

María al comprobar que su príncipe está por ahí, pero parece que es esquivo, vuelve a su casa, repitiendo como si fuera un penoso mantra de “a dónde te escondiste”…

Y el búho, que observa impasible le dice a María, “error, así no”.

¿Cómo así no?

¿Qué más puedo hacer, Señor para encontrarte? Llevo toda la vida intentándolo, recorriendo caminos, yendo por las majadas al otero y preguntando a todo pastor con el que me cruzo “¡si por ventura vierdes aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero!”.

Pero sólo te dicen una y otra vez que sí, pasó por los sotos con presura.

Qué les pasa a mis ojos, Señor mío.

Cómo puedo saber cómo ofrecerte

todo mi ser y, así saber quererte,

y así salir, por fin de mi desvío.

¿Que le pasa a mi mente que no sabe,

comprender aquello que tú quieres?

Aceptar el dolor que tú me hieres.

Más dolor y lamento ya no cabe

y, mis pies ya no pueden dar más pasos.

Las piedras del camino me tropiezan,

las espinas me atan con sus lazos.

Para así cada día que amanece

casi casi, la muerte casi abrazo

y mi alma se pierde y desvanece.

Y cuanto más lo intentas, buscando tus amores por montes y riberas, sin pararte siquiera a coger flores y sin temer las fieras, tanto más te das cuenta, María, (y casi Marta también), que esto es una tontería, que el búho tenía razón.

“Así, no”.

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Autor: José Alfonso Delgado

Nota: La publicación de las diferentes entregas de La Física de la Espiritualidad

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.

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