miércoles, 5 de mayo de 2021

Encuentro mensual online con Emilio Carrillo (6 y 20 de mayo de 2021): “Conoce las profundidades de tu mente y todo lo que en ella se desenvuelve: mente, cerebro, turbulencias mentales, niveles mentales, tipos de mente, inconsciente, subconsciente, memoria y consciente individual y colectivo”

 

5/5/21

Encuentro mensual online con Emilio Carrillo (6 y 20 de mayo de 2021): “Conoce las profundidades de tu mente y todo lo que en ella se desenvuelve: mente, cerebro, turbulencias mentales, niveles mentales, tipos de mente, inconsciente, subconsciente, memoria y consciente individual y colectivo”


ENCUENTRO MENSUAL ONLINE CON EMILIO CARRILLO:

MAYO 2021


CONOCE LAS PROFUNDIDADES DE TU MENTE Y TODO LO QUE EN ELLA SE DESENVUELVE:

MENTE, CEREBRO, TURBULENCIAS MENTALES, NIVELES MENTALES, TIPO DE MENTE, INCONSCIENTE, SUBCONSCIENTE, MEMORIA Y CONSCIENTE INDIVIDUAL Y COLECTIVO”

 

Jueves 6 de mayo: Exposición

Jueves 20 de mayo: Respuestas a preguntas

Ambos días: Inicio: 19:00 h. Cierre: 21:00 h. (hora de España)

Tras la sesión de Exposición, a todos los participantes se les enviará el texto con los contenidos principales de la misma.


Resumen de contenidos:

La mente humana es una especie de prodigioso y avanzadísimo ordenador a nuestro servicio. Sin embargo, para la mayoría de las personas, continúa siendo una gran desconocida. Para colmo, tal ignorancia es causa de no pocos equívocos, distorsiones y turbulencias mentales, que originan desasosiego e, incluso, sufrimiento.

Sabiendo lo anterior, este Encuentro Mensual se dirige a profundizar, de manera rigurosa y amena, en las profundidades de la mente y todo lo que en ella se desenvuelve al objeto de conocerla y ponerla realmente a nuestro servicio. Así, a lo largo del Encuentro se examinarán asuntos como los siguientes:

+¿Qué es la mente?, ¿para qué sirve?, ¿cómo sacarle el mayor partido a todas sus prestaciones?

+Mente y cerebro: diferencias y similitudes.

+Los movimientos y turbulencias mentales: ¿cómo se producen?, ¿cómo inhibirlos?

+El nivel inferior y el superior del plano mental.

+Los diferentes tipos de mente posibles entre las persona: ¿cuáles son las características de cada uno?, ¿cómo repercuten en nosotros?, ¿es factible cambiar nuestro tipo de mente?

+¿Qué es el inconsciente?, ¿y el subconsciente?, ¿cómo afectan y repercuten en nuestra vida cotidiana?

+¿Cuál es la razón de ser y la función de la memoria?

+Mente y Consciencia: consciente individual y consciente colectivo.


Para obtener el enlace de acceso al Encuentro, en sus dos sesiones, solicitarlo por email al siguiente correo electrónico:

rincondekiko@gmail.com


Aportación: 5 euros para sufragar el alquiler de la plataforma online y otros gastos de gestión y organización de las dos sesiones del Encuentro. 

Esta cantidad se podrá abonar:

+Mediante transferencia bancaria a la "Asociación El Rincón de Kiko", a esta cuenta de Caixa Bank: ES96 2100 7123 01 0200066766

+Por Paypal (acepta tarjetas): paypal.me/elrincondekiko

Ante cualquier duda o para mayor información, escribir al correo electrónico indicado.


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Vacuna y olvido

La mutua desconfianza sin fundamento siempre irá sobrada. Las crisis extienden y refuerzan generosidad. Sólo veo por todo el mundo manos blancas con guantes de goma, las negras brillan por su ausencia. No observo ninguna oculta conspiración tras la masiva campaña de vacunación contra el virus. Predomina la pauta de la colaboración, la divisa de la salud y el bien para el mayor número de personas y ello reconforta.

La objeción que le veo a la vacuna anti-COVID es que olvidemos que teníamos que construir otro mundo. Temo su postrera y codiciada "normalidad", que después nada mute, que nos disuada en el ejercicio imprescindible de repensar esta civilización. No niego que haya buena voluntad tras él, pero el problema que le veo al multitudinario pincho es que nos anestesie, nos haga olvidar que teníamos que remangarnos en pos de otro orden.

Me da miedo el "efecto parche" obviando el origen. Tapar las consecuencias nos dificultará remontar a las causas y es preciso recordar que el virus vino con nuestra destrucción de la Naturaleza. Con las agujas ya dentro podemos olvidar que este mundo ya había caducado, no gozaba de prorroga, no era sostenible. El peligro de la vacuna no es tanto los trombos, como la amnesia, la falta de recuerdo de que teníamos que construir un nuevo paradigma, ahora sí, junto con la Madre Naturaleza.

Desde este humilde criterio, la disyuntiva no se encuentra tanto entre vacuna sí o vacuna no, sino en atrevernos o no, a reinventarnos, a rehacernos sobre la base de otros valores colectivos. La cuestión no era tanto ponerse o no a la cola de la Pfizer, Moderna o Astra Zeneca, sino en levantar poco a poco una nueva civilización solidaria y sostenible o quedarnos con ésta que ha demostrado sobrada y palmariamente que no tiene recorrido.

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Autor: Koldo Aldai (koldo@portaldorado.com)

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4/5/21

Memorias de un descarnado: 14 de 29. Por Deéelij

     -     A decir verdad… – iniciaba él algo cariacontecido, tragándose el orgullo como si fuesen bilis apestosas y agrias – he de reconocer que estás en lo cierto, por mucho trabajo que me cueste admitirlo.

     El chico estaba avanzando, se dijo. Esta mañana fue incapaz de emitir comentario alguno; siendo preciso dejarlo en soledad con el proceso que inició. Pal, estaba satisfecha con ella y con el avance de Jano. Se sentía orgullosa de ambas cuestiones. Sacó de un cajón más folios, ofreciéndoselos.

     -    Bien Jano, ¡al ataque! He de repostar el 104, ponerle un nuevo paracaídas y cambiar los neumáticos que has destrozado con la frenada. Por cierto, lo olvidaba. Has de proceder del mismo modo que antes, especificando, en las conclusiones, que te perdonen las personas afectadas y entiendan tu proceder inapropiado, dado que no están presentes para hacerlo de forma directa. Sólo así liberarás el rencor que te movió y ha movido hasta ahora en muchas de tus acciones. A mi vuelta quiero eso concluido ¿Algún problema?

     -     Supongo que no, Jefa.  contestaba con sorna y algo de retintín.

     Fijó su vista en el cuco. Calculó que quedaban segundos para marcar las cinco y media. La señal sonó. El límite auto impuesto no había sido excedido. Al menos llevaba diez minutos sin escribir. Ya no recordaba ninguna experiencia que anotar. A su mente sólo acudían momentos felices, circunstancias donde él provocó risas y felicidad. El pasado del que procedían imágenes de dolor, sufrimiento y pesar, tanto infligido como recibido, estaba mágicamente borrado. Incluso el cuerpo parecía más ligero, menos denso, más energético.

     El Starfighter tronó afuera en su encendido vivaz. En el tiempo transcurrido descargando sobre los papeles la negritud que maniataba a todo su Ser en un atasco desconocido, no había considerado el trabajo que la instructora, transformada momentáneamente en mecánica, realizaba. Miró los folios que quedaban sobre la mesa; esta vez usó menos que durante la mañana; y de soslayo, a través de la ventana, observó que el 104 se movía, cabina cerrada, seguramente con la intención de despegar. Abandonó su querida guarida, el reducto desde el cual estaba cobrando una dimensión altamente gratificante hacia una existencia que nunca, anteriormente, postuló tan interesante.

     Desde el porche, contemplo la pasada del reactor con el tren recogido. Le parecía increíble, si no lo hubiese comprobado con su vista, que su Starfighter despegara en tan corta distancia. Subió en una escala vertiginosa hasta colocarse invertido sobre la vertical de Ís, a unos dos mil pies de altura, mantuvo la posición durante un par de kilómetros y luego picó en invertido. La maniobra era peligrosa y espectacular, sólo realizable por alguien muy experto y buen conocedor del aparato en cuestión. Se deslizaba por el aire como un águila vigorosa y esbelta. El tren de aterrizaje se habría a escasa distancia del punto de toma de contacto, provocando una escena que nunca olvidaría, frenando en menos distancia de la que hubiese imaginado.

     Pal saltó del reactor si apoyarse en la escalerilla de dos peldaños que posee el aparato en la amura de babor.

     -    Hola pilotillo. ¿Cómo va todo? Éste está listo y en perfectas condiciones como indiqué esta mañana. Comprobado. Las resistencias estaban en ti.

     -      ¿Quieres otro café? – Preguntó Jano.

     -      Si has terminado, sí.

     -      Compruébalo por ti misma.

     -   Eso es fácil, sube, arranca, despega y aterriza. Si lo consigues, tendremos la certeza – comunicaba ella al tiempo que lanzaba un desafío a su ego masculino –: ¿te atreves?

La respuesta fue contundente y sin palabras. Jano escaló hasta la cabina con el ceño fruncido, absolutamente seguro de su decisión. La certeza era su fuerza.

     Ella tenía otro proyecto: preparar café. El Starfigther raudo y veloz pasó impulsado, desplegando el total de su potencia real. Él estaba satisfecho, orgulloso. El despegue se ejecutó a la perfección. Realizó un giro suave y abierto por estribor, esperando que Pal, desde la ventana oeste, pudiera contemplar su corrección en el vuelo. En ningún modo intentó la figura que ella realizó anteriormente. Su capacidad para maniobrar este reactor, supuso, era menor que la que su instructora poseía. Arriesgar constituía un elemento desconsiderado a estas alturas del aprendizaje. Dejaría su pericia para otros momentos. “Acrobacias, las imprescindibles” se repetía; sólo queda aterrizar. Entonces, la clase se acabaría.

     Pal salió acudiendo a la llegada de los dos “pájaros. Desde el porche veía que el Starfighter restaba distancia. El tren iba desplegado desde que enfiló la pista a unos dos mil metros. El piloto demostraba recato y un poco de inseguridad. No se fiaba de su experiencia; tampoco del aparato. Podía temer cualquier emergencia de última hora. Ver volar a cualquier alumno evidenciaba la lectura de la intimidad del mismo escrita en el aire. Tomó un nuevo sorbo de café esperando el desenlace final.

     Jano accionó la palanca: veinte grados de flaps fueron el efecto. Esta vez no haría uso del paracaídas, procurando un aterrizaje en corta distancia. Quería demostrar que podía hacerlo, aunque no las tenía todas consigo, pero desde luego que lo haría.

     A doscientos metros de la uno cuatro, tanto en vertical como en horizontal, el motor dejó de bramar. Vomitó un suspiro profundo dejando la nave a merced de su inercia y la pericia del piloto. El anemómetro marcaba algo más de ciento ochenta nudos. Había margen de maniobra: podría llegar a la pista; mal, pero llegaría. El sudor inundaba de súbito cada poro de su cuerpo.  Recogió urgentemente los flaps; en estas condiciones sólo restaban velocidad y necesitaba toda la que pudiera conservar. Cada nudo era necesario para mantener al reactor en el aire. Fueron unos segundos que parecieron una eternidad. El avión se desplomó, ya, sin sustentación, justo dos metros después de sobrepasar el inicio de pista. El fuerte golpe retumbó como un latigazo por su columna vertebral. El impacto había sido considerable. Esperaba no haber destrozado el sistema de amortiguación o el hidráulico. El impulso restante de inercia no fue suficiente para llegar al lugar de estacionamiento. El F-104 quedó petrificado al principio de la pista. Pal partía al encuentro, tranquila, con una taza de café humeante en su mano.

     -     Lo conseguí, a duras penas, pero lo hice.

     -     A mí no me lo parece – respondió Pal, ofreciendo la especial taza.

     -  Gracias por el café, pero no entiendo por qué dices eso – musitó secamente.

     -    Creo que es evidente: se te ha parado el motor en el último instante. Eso demuestra que todavía persiste algún resquemor dentro. Algo que no permite la perfecta combustión. Algún reducto que impide al combustible llegar a los inyectores en los momentos críticos.

     -    ¿Sí? ¿Y cuál puede ser? – Inquirió en un principio fugaz de enojo – Puedo asegurar que he sacado todo lo que referiste. No hay nada más. Nada – machacaba entre sus dientes –. Estoy seguro.

     -   Queda una parte a la que no se ha atacado – masculló lentamente, con cariño, procurando disipar su evidente malestar… es aquella que… 

     -     ¡Vaya, ya estamos con las sorpresas!  – interrumpió sin escuchar lo que le estaba diciendo y tirando el contenido de su taza al suelo con desprecio –.   ¿Sabes una cosa, Pal? –  Ella encogió sus hombros con dulzura, ofreciendo un conjunto de muecas llenas de candidez, poniéndole ojitos. La tensión se palpaba mientras seguía hablándole sin haber prestado atención a lo que, su instructora, le estaba formulado  –. No, no lo sabes; está claro que no… Da igual…

     Arrojó la taza con todas sus fuerzas tan lejos como pudo, mientras la miraba con desgana y aburrimiento, cansado de verla. La taza botó y rebotó. El asa se quebró. El resto permanecía sólido, pero desconchado en algunas partes. El color anaranjado brillante sobre el que había una inscripción que Jano no tuvo tiempo de leer, hacia que destacase sobre la negrura de la pista.

     Visiblemente malhumorado, cansado, triste y hastiado, sintiéndose un inútil y estúpido ante la presencia de Pal, encaminó sus pasos con intención interna de coger la motocicleta. Ella le seguía a cierta distancia.

     Llevaba todo el día descargando todo el rencor y odio almacenado. Había escrito lo inimaginable. Creía haber terminado. Estaba enormemente feliz de haber clausurado todo ese pasado, para que a última hora le vinieran con que había que seguir escarbando en otro lugar. Se experimentaba engañado. No encontró en su sentir interno un enfado desmedido hacia ella, pero si se notó traicionado. Siguió examinando ese hecho. En realidad, no era eso. No le guardaba rencor. No, no estaba enfadado con ella. Ella no era la responsable. Pudo distinguir que en realidad el enfado era contra sí mismo; por haber fallado en el último instante. Estaba muy enojado con él, por haber dudado de si llegaría o no a la pista; eso fue lo que provocó el fallo en el motor, su falta de seguridad, sus dudas internas... Paró, y giró mirándola. Pal le contemplaba tiernamente, esperando algo de él. Quizá una explicación. Pero él no la escuchó en ningún instante. Estaba tan ofuscado que todo su mundo se había reducido a su malestar personal.

     Ella, consciente de lo que se avecinaba, intentó hacerle reaccionar cambiando de tema.

     -     ¿Por qué no estacionas el avión?  

     -     Conmigo no funciona  ¿No te has dado cuenta? Hazlo tú, listilla.

     No debió decir eso, pensaron ambas mentes. Él se apartó malhumorado y cabizbajo, gesticulando. No quería saber nada de ella. No quería volver a saber de nadie. Ojalá no supiera ni de su propia existencia, murmuró criticándose.

     La motocicleta partía veloz, transportando el orgulloso ego mancillado por su falta de seguridad, por el dudar de su pericia. Ella subía al 104. Jano se escapaba, camino abajo, perdiéndose tras un rastro de polvo seco y áspero. El motor del Starfighter arrancaba con suavidad, con la expulsión de sus gases al aire en un lamento ahogado, desplazándose hasta llegar junto al DC-3. Allí dejó de rugir. La uno cuatro quedó despejada, salvo por el punto en el que la taza naranja marcaba su posición. El silencio se hizo de nuevo, exceptuando el eco machacante producto del motor de la Harley en su descenso acelerado.    

     Marcaron las ocho dentro de la cabaña. El cuco no se reiteraría, hasta pasado una hora. La noche se había apoderado de aquel maravilloso rincón hacía tiempo. El eco de la motocicleta dejó de recibirlo Pal hacía mucho rato. La cena estaba lista. Una lasaña preparada con esmero, de forma artesanal, esperaba en el horno la llegada del alumno. Ella había sacado dos bolsas con la ropa de ambos. Instaló sobre la cama existente la estructura necesaria transformándola en una litera. Tuvo la convicción de haber podido concluir con el temario del alumno durante el día. Fue su propósito, pero también entendía de la libertad de cada Ser, y debía aceptarlo. No se criticaba a sí misma, pero sabía que cabía la posibilidad de esperar más de Jano. A él, tampoco lo juzgaba. Entendía que quizá se hubiese visto sometido a mucha presión debido a la tremenda descarga del resentimiento que le tenía atenazado. Si le hubiese escuchado atentamente, ahora tendría todo el malestar fuera, sería otra persona habiendo alcanzado una nueva cota espiritual. Sabía que ello le hubiese llevado toda la jornada, por tal motivo dispuso quedarse alojada aquella noche en Ís. Al día siguiente, bien temprano, le tendría listo un aprendizaje maravilloso sobre un tema sin igual. Estaba muy orgullosa por los progresos que hacía, y encantada consigo al aportar su granito de arena; aquello le hacía aún más feliz de lo que ya lo era. Siempre se supo dichosa al ver a sus alumnos cada vez más felices, aunque con Jano se acumulaban ciertas circunstancias algo particulares.

     Las nueve sonaron. Apagó las velas. El mantel blanco se oscureció. Todo se sumergió en el mismo color. La decisión estaba tomada.

     Jano escuchó desde su posición el inconfundible sonido de los pistones del bimotor. No podía creer que le dejara tirado allí otra vez. Estaba subiendo la cuesta a pie ya que, en una falta de previsión, la Harley había consumido todo el carburante. Él no supo prever tal acontecimiento, necesitando reconducir su Ser, paso a paso, primero por una larga senda; ahora, subiendo la cuesta por el camino acaracolado. Ya quedaba poco. Emprendió una carrera acortando por un minúsculo sendero que recordó dispuso cuando fabricó, con su pensamiento, el alargamiento de la pista. Tenía que llegar cuanto antes. La pista estaba a escasos cincuenta metros. Tenía que detener el DC-3. Recordó que, si procuraba un pensamiento hacia ella, le podría leer su mente. “Espérame Pal, espérame, por favor”.

     Ella recibía el mensaje instantáneamente, pero metió gases a tope lanzando el aparato entre la oscuridad abierta por una tenue luz que desde sus alas se proyectaban iluminando su entorno, comiéndose la pista en escasos instantes. El aparato saltaba al aire al mismo tiempo que él alcanzaba, notablemente fatigado, la cima de Ís. Sus vidas se cruzaron como pasó con el Gladiator que Pitt pilotaba al llegar a Nairda en su primer día.

     Se marchó sin querer esperar. Él lo sabía. No albergaba duda. No quiso esperarle. Tenía la certeza de que su pensamiento había llegado a la mente de su instructora. De cualquier manera, se lo merecía, se dijo; se lo buscó. Había hecho un desplante superfluo y gratuito a quien, con tanto cariño, reconocía, le estaba enseñando. Quería pedir perdón y quizá llegó demasiado tarde. Mañana lo haría, cuando regresara. ¡Si al menos tuviese la certeza interna de poder arrancar el Starfigther y salir tras ella!, pero sabía que no lo conseguiría; podría pararse de nuevo el motor en cualquier lugar. Esperaría. Si estrellaba el reactor en su banal intento, estaba seguro de recibir una buena reprimenda, y por hoy, ya había cometido suficientes desagravios consigo mismo.

     -     Eres un estúpido, el más grande que nunca has conocido. ¡Idiota, idiota, idiota, maldito idiota! – dijo gritándose una vez entró en la barraca, cuando al encender la luz pudo contemplar el panorama: Una mesa puesta con delicadeza y primor. Cubiertos de plata, mantelería de lino y vajilla de porcelana fina decorada con una serie de dibujos aéreos, cada cual distinto. Cristalería azulada de elegante diseño. Velas rojas, tristemente apagadas. Champaña de excelente cosecha, enfriándose aún. Un olor rico a sándalo perfumaba el ambiente, recordando al que Pal solía usar. Finalmente, la nota dejada donde se especificaba el frustrado motivo de la celebración, al igual que el de la despedida.

     Lloró. Lo hizo con dolor, profundamente. Para una vez que una persona que merecía la pena entraba en su vida, él la expulsaba, como solía hacerlo, sin miramientos, sin valorar, sin medir... Desde luego se lo buscó. No se la merecía. Triste y apesadumbrado calló sin fuerzas, desplomándose. Se enrolló sobre el suelo de madera, al igual que un feto en el vientre materno. Sentía amargura. Sus lágrimas le dibujaron al formar un pequeño charco que empapaba su rapada cabeza. Los recuerdos del día llegaban como torrentes. Había pasado la mayor parte del tiempo despojando, perdonando, olvidando todo el resentimiento hacia los demás, y las acciones que él mismo, tantas veces, provocó para molestar, cuanto menos. Creía haberse librado de todo ello, sin embargo, justo cuando estaba seguro de haberlo logrado, destrozó la hermosa sonrisa de su compañera.

     Empezó a tener frío. Levantó su cuerpo a duras penas, igual que lo hizo al llegar a Nairda sobre el campo de trigo. Pudo llegar hasta su cama, ahora, con sorpresa, transformada en litera. Eso le hizo sospechar que habrían pasado la noche en la misma habitación; pero lo inaudito, fue encontrar, sobre su mesilla de noche, la taza naranja arrojada con desprecio durante la tarde. El asa estaba pegada; era perfectamente evidente. Lo sorprendente fue comprobar la inscripción que poseía, algo que no apreció en su momento. Sobresaltado suavemente en letras malvas se leía: “Sé que eres el mejor”. ¿Por qué tuvo que perder el control y destrozar la dulzura de aquella muchacha? Las lágrimas volvieron a descarrilarse sobre la almohada. Se tapó como pudo, sin ganas, con la manta, ahora perfumada por la fragancia inconfundible de Pal, protegiéndose del frío, buscando el calor perdido.

 

Posdata:

En el artículo del día 1 de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre. III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo profesional:  terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es

 

Para las actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com

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3/5/21

Saber escuchar (Proyecto “La Física de la Espiritualidad”: 18)

 

Saber escuchar

Nuestros diálogos con Jesús suelen ser monólogos suplicantes, aun dentro de una razonable confianza con Él, de modo que nos permitamos abandonar las solemnidades litúrgicas para, en bata y zapatillas, saber ponernos en su presencia en lo escondido de nuestro cuarto, orientados a que Él nos ayude a conseguir cumplir nuestros planes en la vida, a sanar de las enfermedades, a lograr el éxito profesional, el júbilo amoroso del cariño de nuestros seres queridos, es decir, nos ayude a conseguir la salud, el dinero y el amor, como reza la canción, y el que tenga esas tres cosas, que le dé gracias a Dios. De modo que los rezos consisten en pedirle (y cierto es que pedid y se os dará), a ver si nos escucha Él. Pero no está en nosotros, tener el oído atento para escucharle.

Cuando caemos en la cuenta de que también hemos de saber escucharle, qué nos tiene que decir, solemos hacernos un descomunal lío, porque para nosotros “escuchar” supone escuchar palabras y Dios, habitualmente no habla, es más, se dice que el que habla con Dios es un creyente, pero el que oye la voz de Dios es un psicópata, alguien lo suficientemente trastornado como para afirmar que oye la voz De Dios y le habla y le da órdenes, que va y las cumple, diciendo que tiene que cumplir la voluntad De Dios, porque le ha dicho esto y aquello.

Cuando Santa Teresa explica en el “Libro de la vida”, los grados y niveles de la Oración, describe cómo el alma va pasando de la Oración verbal, donde básicamente habla el alma expresando sus cuitas, sus anhelos y sus aspiraciones, a la Oración mental, más reflexiva y meditativa sobre aspectos de la vida de Jesús, o pasajes de la Biblia; es aquello de la lectio divina y demás métodos para la meditación. Continúa con la Oración de recogimiento, donde el objetivo es hacer silencio interior. Y el silencio interior es esencial para escuchar.

El alma, poco a poco ha de comprender que la Oración NO ES sólo hablar con Dios, sino fundamentalmente escucharle. Él sabe de qué tenemos necesidad, no es necesario relatarle nuestra lista de la compra de nuestras necesidades materiales y afectivas, Él ya lo sabe, aunque de vez en cuando, tampoco está de más expresarle nuestros anhelos. Es aquello de confiar a nuestro mejor amigo, a nuestro Amado, nuestros sentimientos, tanto positivos como negativos, porque esta es una necesidad vital en el ser humano. Luego está bien hablarle a Jesús de nosotros mismos; no le vamos a contar nada que no sepa, pero supone satisfacer una necesidad básica, compartir nuestra vida con nuestro Padre que está en los Cielos, con Jesús que, en casa de María, que es nuestro más íntimo interior, nos escucha y nos consuela, “venid a mi, los que estáis agobiados”.

Pero más allá de cubrir esta necesidad, el fin último de la Oración es aprender a escuchar a Jesús, qué nos tiene que decir, qué quiere de nosotros, porque la Oración NO ES sólo un momento o un rato de recogimiento en nuestra estancia o ante el sagrario. Es algo más, mucho más; la Oración es un “estado del alma” de permanente unión y presencia del alma ante Dios, ante Jesús, ante María. Y consiste en aprender a escuchar, a leer, a saber, qué quiere Jesús de mí en cada momento de mi vida. Y para lograr eso, el alma debe mantenerse y vivir en un estado constante de silencio interior, de oscuridad y de vacío.

Estos son los tres atributos del estado contemplativo, silencio para saber escuchar, oscuridad para arriesgarse a confiar y vacío para estar en total disponibilidad para obedecer la voluntad de nuestro Amado, es decir, disponibilidad total para amar, es decir, para seguir en cada momento de nuestra vida, los pasos de Jesús.

Tal y como hemos visto, al referirnos a las bifurcaciones de Dios, la vida está llena de momentos de decisión, en los que de un modo en principio voluntario optamos por una de dos o varias alternativas, como por ejemplo ponernos tal o cual vestido para salir, o coger el metro o el autobús para ir a trabajar, o salir a las once a tomar un café de media mañana con mis compañeros de trabajo o quedarme en mi puesto y coger uno de máquina. Es decir, decisiones rutinarias, intrascendentes. Pero también tenemos opciones de más enjundia, como dar una limosna a un pobre, pero no al otro, ayudar a una señora a cruzar la calle (derecho imperfecto), o hacerle un favor a un amigo, tal como explicarle el modo de resolver un trámite en el ayuntamiento, o advertirle sobre los riesgos de hacer tal o cual operación financiera. O simplemente tratar con amabilidad a tus clientes. O no guardar rencor por algo que alguien te haya podido hacer.

Es decir, en el estado de vigilia, nos tropezamos continuamente con situaciones en las que tenemos que decidir hacer esto o aquello. En la inmensa mayoría de las ocasiones son opciones rutinarias e intrascendentes, al menos para mí. Y esta es la cuestión, “al menos para mí”. Es decir, siempre optamos por esto o por aquello en función de nuestras apetencias o de nuestros intereses personales, pero no solemos reparar en las consecuencias de nuestras decisiones en los demás, sean amigos, conocidos o simples personas desconocidas con las que nos cruzamos por un instante en nuestra vida y nunca más volveremos a ver.

En cada decisión que tomamos en la vida, desde las más rutinarias como qué pongo hoy de comida hasta las más importantes, como si abro un negocio o no, siempre nos enfrentamos ante la “opción de compromiso”, el “dilema coste de oportunidad”, o a qué he de renunciar con tal de conseguir esto o aquello. Porque no se puede tener todo ni optar siempre por lo mejor. De igual forma, en nuestras decisiones, muchas veces intervienen y colisionan nuestros intereses con los de otras personas, de modo que optar por una de las opciones puede perjudicar o beneficiar a los otros o a nosotros. Y en esto es donde hemos de tener presente los cuatro principios de la ética, primero no hacer daño, después tratar de beneficiar al otro además de a mí mismo; tercero, caso de tener que repartir beneficios y consecuencias, ser ecuánime y cuarto, respetar la autonomía de los demás y no forzar nada, a ser posible.

Es decir, en la vida, se nos educa y enseña a vivir según un código de buenas prácticas y costumbres, que son todas las normas de ética y moralidad, para conseguir que nuestra relación con los demás sea fructífera y beneficiosa para todos. Al menos antes era así; ahora no lo sé, pero puede que se haya instaurado en la sociedad un falso progresismo que, imbuido de permisividad total, derive en un comportamiento salvaje, donde cada cual sólo vele por sus propios intereses.

Escuchar la voluntad de Dios, lo que nos quiere decir Jesús, es ese “cargo de conciencia”, que nos permite reconocer qué debemos hacer para no hacer daño, hacer el bien, ser ecuánimes y respetar la libertad del otro. En suma, qué debemos hacer para respetar la ética o los principios morales. Y no hay mucho más que hurgar para reconocer la voluntad de Dios en nuestra vida. Pero esa disposición es el reflejo de la presencia de Dios en nuestra vida, porque supone ir pasando de vivir con una actitud mayoritariamente egocéntrica y egoísta donde el otro se beneficia de los efectos colaterales de mis actos a una actitud mayoritariamente compartida, donde ambos, el otro y yo, nos beneficiemos de los efectos de la decisión y, en el extremo, a una actitud abnegada y altruista (alter: el otro e ismo: pensar en el otro). Es decir, pasar del ego-ismo al altru-ismo, o la vida centrada en los demás, en la philias, amistad, pero sobre todo en el agapé, o donación de uno mismo. Esto es a lo que Jesús se refería cuando hacía referencia al “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

Esta forma de vivir hace que las bifurcaciones de Dios, de las que está llena la vida y que configura el devenir de todos los seres humanos, se entrecrucen en una infinita tela de araña, que es la trama de la vida, de la que participamos todos de forma infinitesimal y extremadamente dispersa, de modo que no podemos ser capaces de comprender ni el por qué ni el para qué de cada una de sus pequeñas bifurcaciones.  Sólo Dios sabe y comprende por qué y para qué suceden las cosas, desde las más nimias, hasta las aparentemente más trascendentales; desde el movimiento de las hojas de los árboles hasta la devastación de un terremoto o de una guerra entre los hombres.

La Historia del Mundo, la Historia del hombre, es un misterio para el hombre, donde sólo desde la perspectiva histórica de los años o de los siglos, podemos comprender los acontecimientos históricos, pero somos incapaces de predecir el futuro. Por eso, sólo en la confianza en Dios, en Jesús, podemos vivir tranquilos de que Él se manifiesta en todo lo que sucede, o aquello de que, “si ponemos todo en manos de Dios, veremos la mano de Dios en todo.

La contemplación la define Consuelo Martín, como el simple “ver cómo caen las hojas de los árboles”. No se trata de interrogarnos sobre cómo se altera la fisiología vegetal como para que las hojas se desprendan, no. Es simplemente verlas caer, sin preguntarnos ni el cómo, ni el por qué, ni el para qué.  Es decir, contemplar los acontecimientos de la vida sin ánimo de comprender, ni de juzgar, sino guardando esas cosas en nuestro corazón y esperar el momento en el que cobren sentido para nosotros, si es que eso llegará a suceder, porque sabemos que todo tiene sentido dentro de la trama de la vida, de la que nosotros sólo podemos ver simples destellos, simples cruces de caminos que no sabemos ni de donde vienen ni a donde van.

Sólo la falta de Fe transforma la vida en algo aleatorio, casual, porque sí, sin sentido concreto. Sin embargo, igual que un ateo puede llegar a comprender el principio antrópico, por el que el Universo ha evolucionado de modo tal que el resultado ha hecho que nosotros estemos aquí, habitando este Planeta, puede comprender que nosotros participamos también en ese principio, para que dentro de varios siglos la vida sea de una determinada manera. Pero su principio de casualidad hace que, para el ateo, el futuro no pueda ser predecible, porque sí lo fuera, lo tacharía de determinista, lo que atentaría contra el libre albedrío.

La persona de Fe sabe que todo tiene sentido y que ella, la persona, viviendo de modo altruista, es decir, enfocada en el Amor, participa directamente en el cumplimiento del Plan de Dios sobre la vida. Que en eso consiste amar, en ser partícipe consciente del Plan de Dios en la vida. Y en este ser conscientes de participar en el Plan de Dios con nuestros actos cotidianos, consiste saber escuchar.

Saber escuchar significa saber orar, vivir en permanente presencia de Dios, en saber escuchar lo que Jesús y María tratan a todas horas de decirnos, alinear nuestra consciencia y nuestra conciencia a la suya. Y esto sólo se consigue con el silencio interior, con esa oración contemplativa, que nos hace ponernos en presencia de Jesús, en casa de María, y escuchar, acallando nuestras potencias, que sólo actúan en nuestro propio interés, sin reparar en nuestra participación en la trama de la vida.

Dicen los teólogos que la pedagogía del amor tiene cuatro pasos. El primero, saber que Dios nos ama, que nos lo dice el catecismo. El Segundo es tomar conciencia y ser conscientes de que Dios nos ama, que se alcanza con la Oración de recogimiento, con la escucha. El tercero es dejarnos amar por Él, que se alcanza con el riesgo de la confianza, confiándole nuestra vida entera y dejando que el guíe nuestros pasos. Y el cuarto es hacer nosotros lo mismo, amar como Él nos ama cada día, actuando en nuestra vida, y actuando nosotros en la trama de la vida, en esas innumerables casualidades, con ánimo altru-ista, donando nuestra vida a los otros, tanto amigos y conocidos, como a los desconocidos.

Longanimidad: el amor sobre las espinas

Si un componente importante en la escucha a Dios es saber identificar, discriminar, discernir esas bifurcaciones ante las que Dios nos pone en la vida, para dejarnos aconsejar por Él y saber tomar la alternativa adecuada a su Plan para nosotros y para los demás, el segundo componente, igual de esencial en la oración, es saber aceptar su voluntad “cuando vienen mal dadas”.

Bendito seas, Señor

porque pones con amor

sobre espinas de dolor

rosas de conformidad

Este es el comienzo de uno de los poemas más bellos de José María Pemán, que él tituló “resignación” y debemos titular “aceptación”, esa capacidad de encajar la adversidad y que el Castellano recoge sabiamente con el vocablo “longanimidad” cuya definición es “la grandeza y constancia de ánimo ante la adversidad” y también la benignidad y la generosidad.

La longanimidad es un término que se emplea poco y que hace que consideremos las catástrofes como molestias y no las molestias como catástrofes. Admiramos a personas así por su fortaleza de ánimo en un mundo donde, estando acostumbrados a nuestro welfare state, estado del bienestar y que todo nos sea propicio, nuestra capacidad de resistencia a la adversidad ha quedado reducida a la mínima expresión.

Colectivamente, la vivencia de esta pandemia del coronavirus nos está poniendo contra las cuerdas a todos y ya estamos viendo cómo, serias secuelas psicológicas están haciendo a la gente presa del miedo y de la angustia, porque este suceso nos ha sacado de nuestra zona de confort y nos somete a un ambiente absolutamente hostil, tanto en lo sanitario, en lo relativo a la salud, la nuestra y la de los demás, como en lo relativo a la economía, amenazándonos con volver a vivir en la pobreza, a veces extrema.

Reconozco sinceramente que, cuando rezo o hago oración, no sé muy bien a quién dirigirme, si a Dios Padre, a Jesús, al Espíritu Santo, a la Virgen, a todos a la vez, o al santo de mi devoción o a mi ángel de la guardia. Es un lío; muchos seres celestiales a los que acudir a veces me saturan, tanto más cuanto que van y te cuentan que cada virgen está especializada en un problema, como nos dijeron en Torreciudad, donde monseñor Escribá tenía y tiene tres capillas para la Virgen, la de Pilar, la de Loreto y la de Guadalupe, creo. Y cada cual está especializada en un problema, la primera para asuntos de salud, la segunda para temas de dinero y la tercera para temas de amores. Y cuidado con confundirlas, porque entonces la cosa no funciona.

Sin ánimo de ridiculizar esta especialización en asuntos de las vírgenes, respeto las devociones de la gente, que mejor es eso que el abandono de la fe. Pero a donde quiero llegar es a que la vida interior es mucho más que esas cuestiones devocionales.

Orar es vivir con Jesús en casa de María.

Al menos para mí.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que para la persona de fe y que realmente vive la espiritualidad cristiana, el corazón del alma es la casa de María, donde el Jesús humano habitó durante treinta años de su vida y a la que acudía con mucha frecuencia durante su vida activa, dado que María nunca se despegó de Jesús siendo, además de madre, su primera discípula.

Sin decir una sola palabra, María supo enfrentarse a esa dramática sentencia que le echó el sabio Simeón al bendecir al niño en la presentación al Templo: “Y a ti, una espada atravesará el alma”. (Lc. 2, 35). O cuando los pastores fueron a adorar al Niño: “María guardaba todas esas cosas en su corazón” (Lc. 2, 19)

Es decir, saber, ser conscientes de que la vida, en algún momento no nos va a ser propicia (el alma traspasada por la espada) y nuestra incapacidad para comprender (guardar estas cosas en el corazón) suponen la base de la longanimidad, de esa grandeza y constancia de ánimo que nos permite “escuchar a Dios” en la tormenta, en el huracán, no sólo en el susurro de la brisa que escuchó Elías en el monte Horeb (1R. 19, 12).

Es duro escuchar a Dios en la tormenta, en la adversidad. Posiblemente esta es una de las razones fundamentales de tener a María en nuestra vida, tomarla como ejemplo de vida y de longanimidad, de grandeza y constancia de espíritu; tanta, como hasta el punto de soportar de pie el dolor de ver clavado a su hijo Jesús en la Cruz y, también el derecho de llorar amargamente ante Él muerto y hasta pedirle cuentas a Dios ¿por qué?

Ser longánimo no significa ser duro como el hierro, frío como el hielo y soportar el dolor sin derramar una lágrima; todo lo contrario, es saber llorar amargamente, porque detrás de las lágrimas viene el consuelo.

Posiblemente la oración ante la adversidad sea la más dura. Solemos acudir a María para que como buena madre nos proteja de la ira de Dios y hacemos como los niños “mamá dile a papá que lo compre”, es decir, nos han educado tanto en la dureza de Jesucristo o de Dios Padre, que lo que no nos atrevemos a pedirle a Él, se lo pedimos a la Virgen, “a ver si cuela”.

No, María no está para ser intercesora de nosotros ante Dios, la abogada nuestra (eso creo), porque ya sabe el Señor de qué tenemos necesidad. No está María para conseguir nuestros caprichos a base de rosarios y jaculatorias. Esto queda para los principiantes, que diría San Juan de la Cruz.

María es mucho más; es nuestro modelo de vida, junto con Jesús. Tenemos que bajarles a los dos, a María y a Jesús del celestial pedestal como “Virgen Reina de los Cielos” y “Pantócrator” a los que venerar y adorar respectivamente, para sentarnos en la mesa con los dos en la casa de Nazareth, y hablar con ellos, con los dos. Pedirles consejo, como se lo pedimos a nuestro padre y nuestra madre, sin remilgos litúrgicos, sino en bata y zapatillas y hablarles sinceramente; decirles “esto no lo entiendo”, o pedirle fortaleza de espíritu o simplemente que ellos nos concedan las virtudes necesarias para caminar por la vida.

Es decir, saber escuchar en la oración no es otra cosa que hablarles alrededor de la mesa de María, contarle nuestras penas y nuestras ilusiones escuchar y decirle al Señor.

Porque lo mandas y quieres

porque es tuyo mi dolor

bendita sea Señor

la mano con que me hieres.

Marta y María

El pasaje de Betania, en el que Marta, enfrascada en sus tareas se quejaba de que María estuviera embobada escuchando a Jesús, es el ejemplo evidente de cómo actúan la mente y el alma. La mente está permanentemente enfrascada en sus tareas domésticas, que es pensar, razonar, reflexionar, meditar incluso, rezar. Es decir, la mente no se calla ni debajo del agua; le es imposible hacer silencio, es extremadamente “lenguaraz” y no sabe dejarnos en paz. Sólo sabe pedir y suplicar y, le encanta reconocer lo mucho que sufre, porque sufre de victimismo, ese comparar permanentemente el grado de sufrimiento, ese “si tu sufres esto, yo más”. Y así, enredada en sus pensamientos y, no digo que sean todos egoístas, pueden ser altruistas, se pasa la vida pensando sobre todo, hasta sobre el mar y los peces.

María sólo escucha embobada. El alma humana es Eva (o Adán) antes de ser engañada con la manzana puñetera, a partir de cuando se creyó mente autónoma capaz de “yo me lo guiso, yo me lo como”. Y surgió la mente, la dualidad, el pecado. Por eso el alma es la víctima inocente de la mente que es lo que ha hecho el llamado pecado original, engañar al alma y desdoblarla en mente y alma, siendo la mente esa creencia en la capacidad de autogestión de la propia vida, sacando a Dios de la ecuación. De ahí procede el pecado.

Así que nuestra capacidad de escucha no viene de lo que pueda lograr la mente, sino que la mente (lo que creemos ser, y quienes creemos ser), comprenda que ha de dejar paso al alma dormida, porque es ella, el alma, María, la que es capaz de quedarse embobada escuchando a Jesús. Así que la gran tarea de la mente, para aprender a escuchar a Dios, es dejar paso al alma y ser consciente de que nuestra verdadera identidad no es mental sino espiritual.

En la vida de pareja, saber escuchar supone “exactamente lo mismo”, dejar que el alma (el corazón) pueda escuchar al otro, que ha tomado el riesgo de confiar en nosotros, sin juicios de valor, sin cuestionarnos ni cómo, ni por qué el otro se siente de determinada manera. Cuando eliminamos los juicios mentales, nuestra alma emerge, acepta, comprende y sobre todo, es capaz de amar y de perdonar, esa bendita “decisión unilateral de esperanza”.

Igual arriba como es abajo. Siempre es así; nuestra relación con Dios es exactamente igual que con nuestro ser amado en este mundo. Por eso el matrimonio es un sacramento, porque es signo y símbolo sagrado del Amor de Dios.

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Autor: José Alfonso Delgado

Nota: La publicación de las diferentes entregas de La Física de la Espiritualidad

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.

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2/5/21

Por la continuidad de la “Universidad Popular de Ourense”

La pandemia del Covid-19 -con todo lo que ha traído consigo y sin entrar en diatribas sobre su auténtica entidad y su origen natural o artificial, accidental o provocado- viene siendo utilizada, a los ojos de todo el que quiera verlo, como el mayor ensayo de ingeniera social de la historia de la humanidad.

Los objetivos que con ello se persiguen son diversos, pero ninguno tan fundamental como provocar un enfriamiento ahrimánico, usando palabras de Rudolf Steiner, del espíritu humano: miedo; incertidumbres; falaz tensión entre seguridad y libertad, como excusa para cercenar los derechos individuales y colectivos y la dignidad de las personas; distanciamiento social; ruptura de las relaciones familiares y sociales; fomento de los recelos entre unos y otros, niños y jóvenes incluidos; primacía de la técnica y las tecnologías sobre las cualidades y atributos de nuestras almas; imposición tanto de un pensamiento único como de una versión oficial de los acontecimientos por parte de los que encabezan este colosal ensayo de ingeniera social; y un extenso etcétera.

Y en esta dinámica de enfriamiento se integran, igualmente, las numerosas trabas, prohibiciones y limitaciones que están proliferando con relación a las actividades colectivas e individuales ligadas a la cultura (el “cultivo del alma” al que se refiere Cicerón en las Tusculanas, 2:13): las artes en su amplio espectro, la educación, la inspiración, la creatividad

En este marco, como botón de muestra, se inscribe la desaparición de la “Universidad Popular de Ourense”, que forma parte del acervo cultural de la ciudad desde hace 25 años y presta un servicio vital en el contexto educativo, con una demanda creciente año tras año.

Por todo esto, se ha puesto en marcha una campaña de recogida de firmas para evitar su cierre y asegurar su continuidad.

Te pedimos que te unas a ella a través de este enlace:

https://www.change.org/p/ayuntamiento-de-ourense-non-o-peche-da-upo-universidade-popular-de-ourense?recruiter=25996059&utm_source=share_petition&utm_campaign=psf_combo_share_initial&utm_medium=whatsapp&utm_content=washarecopy_28568978_es-ES%3A0&recruited_by_id=ceea8a70-c603-012f-5cf3-4040f855b16c

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Carta de despedida de la Sociedad Teosófica


 En Sevilla, a 17 de abril de 2021


En tu condición de máxima responsable de la S.T.E. y a todos los efectos que correspondan, te traslado mi decisión, que compartí ayer tarde con los compañeros y compañeras de la Rama Fraternidad de Sevilla, de darme de baja en la Sociedad Teosófica con fecha 20 de abril próximo, día en el que se cumplirán cuatro años de mi ingreso en la misma. Lo que de ningún modo significa renunciar a la Teosofía, en su hondo significado transcendente, a la que dedico y seguiré consagrando mi vida, pero si a la organización internacional que en España diriges.

No me considero en posesión de la verdad, ni pretendo convencer a nadie de nada. Y respeto escrupulosamente los sentires y pareceres de cada cual. Pero también he de ser coherente con lo que mi discernimiento y sentido común me muestran. Lo me lleva a compartir lo que sigue sin acritud alguna, aunque sí con la claridad que el asunto merece.

No profeso ningún credo y lo que me llama espiritualmente es la Sabiduría Divina que subyace en todas las religiones. Pero, al poco de entrar en la Sociedad Teosófica, me sorprendió su distanciamiento de lo crístico, en general, y de la figura y la sabiduría profunda de las enseñanzas de Jesús Nazaret, en particular, con lo que esto implica de falta de consideración sobre lo que representó –y continúa suponiendo- la encarnación, a través de él, de la fuerza y la esencia crística en la humanidad y la Madre Tierra.

De otra parte, empecé a percibir en el seno de la S.T. una marcada decadencia consciencial, que se había agudizado tras el fallecimiento de Radha Burnier, presidenta desde 1980 hasta su muerte en octubre de 2013. Por lo que escribí un texto titulado Sobre los procesos de declive de los movimientos espirituales, que divulgué el 29 de julio de 2018 y compartí con diversos miembros de la S.T., entre ellos contigo, con la esperanza de contribuir modestamente a una reflexión colectiva que permitiera recuperar el pulso vital y espiritual de la organización. En sus páginas no cité explícitamente a la Sociedad Teosófica, para evitar causarle daño, pero sus contenidos estaban inspirados en lo que en ella veía y vivía. Por si no lo recuerdas...:

https://emiliocarrillobenito.blogspot.com/2018/07/sobre-los-procesos-de-declive-de-los.html

Desgraciadamente, nada cambió en la S.T. a lo largo de los siguientes meses y años. Todo lo contrario, la situación fue empeorando paulatinamente, especialmente en lo relativo a la citada decadencia consciencial. A la par que pude experimentar en carne propia, y en la de personas muy cercanas, que las reflexiones críticas, por prudentes que fueran, en lugar de ser entendidas como aportaciones de buena fe, se consideraban molestas y provocaban recelos, resquemores y hasta ataques directos de los niveles de gobierno de la Sociedad Teosófica –por ejemplo, de ti misma-.

No obstante todo ello, permanecí en la organización por lealtad a los insignes hombres y mujeres que en 1875 promovieron la fundación de la Sociedad Teosófica, a los destacados personajes que la plasmaron en Sevilla y Andalucía hace más de un siglo y a algunos teósofos actuales de renombre, como mi querido y más que admirado José Tarragó.

Marco en el que hace poco más de un año apareció la pandemia ligada al Covid-19, con todo lo que ha traído consigo. Un hecho que, sin entrar en diatribas sobre su origen natural o artificial, accidental o provocado, viene siendo utilizado, a  los ojos de todo el que quiera verlo, como el mayor ensayo de ingeniera social de la historia de la humanidad con el nítido objetivo –hay otros, desde luego, pero este es el fundamental- de provocar un enfriamiento satánico/ahrimánico del espíritu humano: miedo; incertidumbres; falaz tensión entre seguridad y libertad, como excusa para cercenar los derechos individuales y colectivos y la dignidad de las personas; distanciamiento social; ruptura de las relaciones familiares y sociales; fomento de los recelos entre unos y otros, niños y jóvenes incluidos; primacía de la técnica y las tecnologías sobre las cualidades y atributos de nuestras almas; trabas y prohibiciones para las actividades colectivas ligadas a la cultura, el arte y la creatividad; imposición tanto de un pensamiento único como de una versión oficial de los acontecimientos por parte de los que encabezan este colosal ensayo de ingeniera social; y un amplio, demasiado amplio, etcétera.

Ante una situación tan tremendamente grave y distópica, que aflige a la humanidad y a la vida en el planeta en su conjunto y que tantas repercusiones tiene en la evolución consciencial y espiritual de las personas, surge inmediatamente una pregunta: ¿qué ha hecho la Sociedad Teosófica? La respuesta es fácil, pues basta con repasar sus publicaciones y audiovisuales de los últimos doce meses: la S.T. no ha hecho nada, nada de nada, salvo, eso sí, hacer suyos ese pensamiento único y esa versión oficial, permitiendo así que la influencia ahrimánica continúe adentrándose en la organización hasta abducirla por completo.

A raíz de lo cual aparece un segundo interrogante: ¿por qué la S.T. ha actuado así, de modo tan notoriamente inconsciente? También aquí la contestación es sencilla: pues debido a la escasa presencia de la fuerza y la llama crística en la organización. En los momentos actuales personales y colectivos, lo crístico, con el nombre que se le deseé dar, es la única manera de evitar el enorme influjo que ejerce lo satánico/ahrimánico y de ser semillas activas de la nueva humanidad que ya late en el corazón de tantos seres humanos y brilla en nuestras almas. Sin embargo, la S.T. no solo vive ajena a esto, sino que se decanta cada vez más por actividades que van en el sentido contrario y son más propias de la “New Age” que de una práctica de vida que plasme en el día a día, con ejemplaridad y autenticidad, nuestro verdadero ser, el servicio a los demás y la Reverencia por la Vida en todas su modalidades y manifestaciones.

En definitiva, es la ahrimanización de la actual organización teosófica lo que hace que deje de pertenecer a ella.

No quiero ser cómplice pasivo de la tergiversación y perversión de los valores que estuvieron en la razón de ser de la constitución de la Sociedad Teosófica y promovieron su desarrollo durante muchas décadas. Y tampoco puedo seguir formando parte de una organización que se ha transformado en una mera red de intereses para perpetuarse en los cargos y en un club de perfil marcadamente endogámico. Sobre lo primero y aunque no sean desde luego los únicos casos, son paradigmáticos los del presidente internacional y la responsable europea, que, para colmo, reciben múltiples prebendas por desempeñar funciones que deberían ejercerse con vocación de servicio y de forma totalmente desinteresada. En cuanto a la endogamia, la organización se ha convertido en una especie de club de entretenimiento y distracción de unos pocos que se consideran importantes porque en eventos vacacionales se dan discursos entre sí, de los unos para los otros y siempre entre ellos mismos y sin repercusión pública alguna, tan llenos de bellas palabras como vacíos de corazón, compasión, valentía y un mínimo de lucidez para comprender lo que está ocurriendo en el mundo.

Todo lo cual pone de manifiesto el abandono de la Fraternidad y de la búsqueda de la Verdad que la S.T. luce en sus objetivos y lema; y una absoluta falta de comprensión de las enseñanzas teosóficas, que no están para ser repetidas de memoria, jactándose de dar un “servicio a la humanidad” por detentar un determinado cargo o de ser “espirituales” por acumular conocimientos intelectuales, sino para su práctica diaria, sacando lo mejor de uno mismo y poniéndolo al servicio de los demás, el planeta y la Vida.

No me extiendo más y te pido disculpas por el tiempo que te haya podido quitar con la lectura de estos párrafos.

 Muy agradecido por lo vivido en la S.T. y siempre a tu disposición.

 Emilio Carrillo

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